viernes, marzo 10, 2006

MANIFIESTO



Una nueva fuerza humana, que el marco existente no podrá reprimir, crece día a día con el irresistible desarrollo técnico y la insatisfacción de su utilización posible en nuestra vida social privada de sentido.

La alienación y la opresión de la sociedad no pueden recomponerse en ninguna de sus variantes, sino únicamente rechazarse en bloque con esa misma sociedad. Todo verdadero progreso queda evidentemente suspendido hasta la solución revolucionaria de la crisis multiforme del presente.

¿Cuáles son las perspectivas de organización de la vida en una sociedad que, realmente, "reorganizase la producción en base a una asociación libre e igualitaria de productores"? La automatización de la producción y la socialización de los bienes básicos reducirán cada vez más el trabajo como necesidad externa y darán finalmente plena libertad al individuo. Liberado así de toda responsabilidad económica, de todas sus deudas y culpas hacia el pasado y hacia el prójimo, el hombre dispondrá de una nueva plusvalía, incalculable en términos de dinero, porque no se la puede reducir a la medida del trabajo asalariado: el valor del juego, de la vida construida libremente. El ejercicio de dicha creación lúdica es la garantía de la libertad de cada uno y de todos en el marco de la única igualdad garantizada con la no-explotación del hombre por el hombre. La liberación del juego es su autonomía creativa, que supera la vieja división entre el trabajo impuesto y el ocio pasivo.

La Iglesia quemaba en otro tiempo a los presuntos brujos para reprimir las tendencias lúdicas primitivas que se conservan en las fiestas populares. En la sociedad dominante actualmente, que produce en masa pseudo-juegos desconsolados de no-participación, una verdadera actividad artística se asimila necesariamente al crimen. Es semiclandestina. Escandaliza.

¿Qué es esto, de hecho, si no la situación? Se trata de la realización de un juego superior, más exactamente de la provocación a ese juego que constituye la presencia humana. Los jugadores revolucionarios de todos los países pueden unirse a la I.S. para empezar a salir de la prehistoria de la vida cotidiana.

A partir de ahora, proponemos una organización autónoma de productores de la nueva cultura independiente de las organizaciones políticas y sindicales que existen en este momento, pues nosotros negamos la posibilidad de organizar algo que no sea el acondicionamiento de lo existente.

¿Cuáles habrán de ser los rasgos principales de la nueva cultura, sobre todo en comparación con el antiguo arte?

Contra el espectáculo, la cultura situacionista realizada introduce la participación total.

Contra el arte conservado, es una organización del momento directamente vivido.

Contra el arte fragmentario, será una práctica global que contendrá a la vez todos los elementos utilizados por el arte.

Tenderá naturalmente a ser una producción colectiva e indudablemente anónima (en la medida en que, al no almacenar las obras como mercancías, dicha cultura no estará dominada por la necesidad de dejar huella).

Sus experiencias se propondrán, como mínimo, una revolución del comportamiento y un urbanismo unitario dinámico susceptible de extenderse a todo el planeta y de propagarse seguidamente a todos los planetas habitables.

Contra el arte unilateral, la cultura situacionista será un arte del diálogo, de la interacción. Los artistas -como toda la cultura visible- se han separado totalmente de la sociedad, así como entre sí por la competencia. Pero ya antes de que el capitalismo entrase en este atolladero el arte era esencialmente unilateral y carecía de respuesta. Esta era cerrada de primitivismo será superada por la comunicación total.

Al convertirse todo el mundo en artista de un plano superior, es decir, inseparablemente en productor y en consumidor de una obra cultural total, se asistirá a la rápida disolución del criterio lineal de novedad. Al ser todo el mundo situacionista, por decirlo así, se asistirá a una inflación multidimensional de tendencias, de experiencias, de "escuelas" radicalmente diferentes no ya sucesivas sino simultáneas.

Inauguramos el que será, en términos históricos, el último de los oficios. El situacionista, el profesional aficionado, el antiespecialista, seguirá siendo un rol especializado mientras no se alcance esa abundancia económica y mental en la que todo el mundo es "artista" en un ámbito que los artistas no han pisado todavía: la construcción de su propia vida. Sin embargo, el último oficio de la historia se acerca tanto a la sociedad sin división permanente del trabajo que se le niega generalmente, al surgir en la I.S., la cualidad de oficio.

A los que no nos entienden... les decimos con irreductible desprecio que los situacionistas, de quienes os creéis jueces, os juzgarán un día u otro. Os esperamos en el cambio de sentido de la inevitable liquidación del mundo de la escasez en todas sus formas. Este es nuestro objetivo y el futuro objetivo de la humanidad.

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